Maternidades Subversivas

Tomo prestado el título del libro de Maria Llopis

Siempre había oído hablar del miedo instaurándose en el cuerpo de la mujer embarazada pero apenas del placer de gestar, parir y criar. Mi madre me explicó buenas experiencias en su proceso de maternidad pero ni en mis mejores sueños, imaginé un embarazo tan placentero. Me sentí una mujer llena durante 9 meses y viví una luna de miel de 3 meses con el bebé en brazos. Un año de felicidad imprevista. El embarazo lo viví como un estado sexual, todos los órganos de mi cuerpo estaban hinchados, rozándose, acariciando el placer de los orgasmos sutiles, aquellos que no se dicen con palabras. Al abandonar el riesgo de aborto y las dichosas pruebas del primer trimestre, nada de miedo al contrario una fuerza antigua que sabe se apoderó de mí. Le agradezco el acompañamiento amoroso a mi compañero de vida y padre de nuestra hija, gracias Joan por el regalo y por tu entrega, amor, amabilidad, respeto durante el embarazo, parto y lactancia, y al grupo de preparto y postparto por los encuentros en Inanna de la mano de Gabriella Bianco, la presencia de las madres durante todo este tiempo, las vivencias compartidas y los cantos carnáticos que continuamos entonando cuando nos vemos, ahora con nuestros bebés. Meses de lecturas y preparación a un nuevo estadio de mi vida me llevaron a conocer a Laura Gutman, Michel Odent, Casilda Rodrigáñez, Carlos González, Julio Basulto, Gill Rapley, Emmi Pikler, malasmadres y madres subversivas. También leí a poetas madres como Maria Mercè Marçal y Sylvia Plath, entre otras lecturas de verano como "La volátil. Mamma Mia" y "Maternidades Subversivas" que me ha acompañado durante este tiempo y me sigue acompañando, porque mi maternidad nació en el parto.

En los círculos maternos se habla del “síndrome del nido” que yo no sé que es pero recuerdo haber vivido el último trimestre con la energía de un mamífero o mejor dicho, de una manada de mamíferos en plena migración. Superpoderosa con dos corazones dentro latiendo al unísono. Tuve la fortuna, que debería ser un derecho, de no trabajar y aproveché aquellos últimos meses para llenarme de amor, de risas, dejarme querer, cuidarme, nadar, pasear, hacer yoga, cantar y aprovechar cualquier ocasión para descansar y llegar fuerte al momento del parto. Durante la primera semana del año, a pocos días de la llegada de Sofia a nuestra vida, le escribía mensajes para decirle que ya estábamos preparados para recibirla cuando ella quisiera llegar. "Las mujeres sabemos parir y los bebés saben nacer" me cantaba como un mantra cada mañana antes de desayunar, después de comer y a la hora de cenar. La comunicación intrauterina va mucho más allá de las palabras. Y así llegó el precioso instante de parir. 

Viví el parto como un viaje placentero y lleno de recovecos, lo transité con el apoyo de mi nueva familia que llegó para quedarse. Mi hija antes de nacer, ya me enseñó que hay sensaciones que se definen mejor con un fonema, sin necesidad de hablar. La “a” continúa siendo mi vocal y he descubierto la "o" todavía sin saber qué significa. En paritorio una puertecita separa una sala de la otra, una puertecita separa una energía de la otra y la misma puertecita tiene connotaciones distintas según la experiencia de la mujer que lo vive, la luz cambia y el tiempo tiene forma elástica, para nosotras se detuvo con luz tenue en la piscina del hospital. Fue un día maravilloso de invierno, lluvioso por fuera, cálido por dentro. ¡Y allí empezó el rock'n'roll! Lo llaman expulsivo porque sale la leona que llevas dentro, pero yo seguía en modo ballena, dilatada sin problemas quería permanecer dentro del agua al ritmo de la oxitocina natural y la dilatación controlada sin epidural pero este momento requería de otra energía, empezaban los pujos y me pillaron por sorpresa, gritaba como si estuviera en la selva pero no empujaba para dar a luz. Yo quería seguir bailando al ritmo de la contracción para dilatarme, me hubiera quedado nadando en la piscina por más tiempo pero querías nacer y naciste. Lo llaman parto natural porque sin medicación acaricias el éxtasis con la punta de los dedos. La sensación es la de estarse abriendo al mundo sin miedo, a pelo, dejando que te atraviese una fuerza que te sale de las entrañas para no volver a ser nunca más la misma. Movimientos de un cuerpo dentro de otro para dejar paso a un nuevo estado, el de nacer, el renacer. Y juntas nos dimos a luz. “Yo ya no soy yo, contigo soy otra” como escribo en el poema ilustrado "Parir, ¡Bendita Salvajada!", recogiendo el título del libro de "Maternidades Subversivas", de nuevo.

Tu nacimiento fue luminoso. Por puro azar o por un sentido de la comunión entre los tres ha quedado grabado en un vídeo de 10 segundos el momento que llegaste al mundo, saliste de mi vientre exhausto y reptaste hasta el pecho, tu grito enmudeció la sala y empezaste a mamar con la fuerza de la que sabe, como si lo hubieras hecho toda la vida. Estuvimos más de una hora piel con piel en el paritorio y desde aquel día, siete meses después sigues mamando a demanda, alcanzando el nivel de experta. He explicado el parto para romper "El silencio de las madres" como dice Laura Freixas y para leerlo cuando necesite revivir la sensación del baile de hormonas empoderándose de mí, de estar fuera de mí estando muy adentro. Y yo desde mi pequeña cueva, también reivindico el embarazo, el parto y la lactancia como un período de exploración, explosión y apertura en la vida sexual de las mujeres como lo hace Maria Llopis en cada una de las entrevistas del libro “Maternidades Subversivas”. Gracias Maria por generar el espacio en Transitant donde pude compartir mi parto, de aquel día me digo "tienes que escribirlo para no olvidarlo" y al fin, mientras Sofía duerme, he podido escribirlo.

Volvería a parir, una y cien veces. Ahora habito mi útero de madre y mujer empoderada con errores como todas, sin demasiadas presiones para alcanzar la perfección que no existe y adaptándome a los cambios que en tema de maternidad son rápidos, fugaces y casi siempre me pillan desprevenida. No es fácil, ¡la maternidad es jodidamente intensa! Sin darme cuenta ya estamos en otra etapa, la alimentación complementaria, el movimiento libre, la vuelta al trabajo y las noches en vela sin dormir. De ahí que la mujer necesite, al menos, seis meses más de exogestación para poder digerir el re-nacimiento y solo ahora he sido capaz de compartirlo. Sé que en cada ciclo menstrual, en cada orgasmo, en cada cambio de luna, en cada acogida hay nueva vida en mí. Simplemente soy una madre subversiva, más. Sin miedo al cambio que significa parir.

Extracto del libro "Maternidades Subversivas" de Maria Llopis.

Comentarios

Entradas populares