PRÓXIMA ESTACIÓN: PALAU REIAL



Luis se puso el despertador a las siete de la mañana, un amigo le aconsejó que para olvidar a Anna tenía que hacer ejercicio y ocupar el tiempo que pasaba con ella. Obedeció al ruido contínuo que desprendía aquel aparato y medio dormido se acercó al lado derecho de la cama de matrimonio. No encontró a nadie, Anna lo había abandonado hacía menos de una semana y el inconsciente lo había traicionado, una vez más. Estiró el brazo por encima de la cabecera y encendió la luz de la habitación sin molestar a nadie. Rebuscó entre los secretos del armario y se vistió con un chandal de cuando jugaba a fútbol en la facultad, ya hacía siete años, y unas zapatillas de su hermano que le iban pequeñas, no tenía otras. Dispuesto a olvidar la que hasta aquel momento había sido su compañera de viaje decidió eliminar las gotas de eau de toilette que quedaban incrustadas en las estanterías del cuarto de baño. El perfume se lo llevó ella cuando recogió sus pertenencias pero se olvidó del aroma de salida que permanece en los aeropuertos de destino. Luis fregó las baldosas del cuarto de baño y con el jabón del estropajo dibujó un corazón que borró con rabia hasta quedarse sin fuerza en la muñeca.

Entre bostezo y pensamiento, y con las manos impregnadas de Anna, se acercó a la cocina y preparó la cafetera de dos para uno solo. Abrió el último bric de leche desnatada que había comprado para su novia y se preparó un desayuno contundente. Un sandwich doble de mermelada de frambuesa porque ella odiaba el color rosado, un zumo de naranja porque Anna tenía alergia a esta fruta, cookies con mucho azúcar para no adelgazar y copos de trigo con mango porque estaban en la estantería y había que terminarlos. Productos elegidos por Luis para entretener el tiempo mientras veía las primeras noticias del telediario. Se limpió la cara y salió del piso con las llaves dentro de los bolsillos y el móvil en la mano, quién sabe si Anna se arrepentiría, justo en aquel instante, de haberse distanciado de él.

El plan de deporte se dividía en correr treinta minutos, más quince de abdominales para fortalecer barriga. Bajó las escaleras del segundo piso corriendo y cuando estuvo en la puerta empezó la carrera. Subió Balmes hacia Diagonal dirección Francesc Macià. Los coches inundaban los carriles de la avenida y quiso alejarse de ellos para respirar aire limpio pero olvidó que el aire abraza todo el espacio respirable de una ciudad que si está contaminada nada pueden hacer los pulmones humanos. Siguió corriendo con el pensamiento difuso hasta que llegó a la gran rotonda donde se difuminan taxis, coches, peatones, autobuses, motos, tranvías, repartidores de periódicos gratuitos, bicicletas y semáforos. Cuando Luis estuvo a la altura del enlace del tranvía pensó en retar al vagón dispuesto a empezar su viaje. Si ganaba sería el mejor corredor de Barcelona, más rápido que Forest y podría llamar a Anna para contárselo. Aceleró el ritmo de sus piernas y corrió esquivando mascotas, escaleras de pintores, repartidores de paquetes y trabajadores que abrían sus locales a primera hora de la mañana. Nada paraba a Luis que continuaba corriendo cada vez con menos fuerza. Estaba llegando a la estación de Maria Cristina y su boca estaba tan seca y sus reflejos tan lentos que temió perder la apuesta. Sintió el silbido del tranvía a su espalda y quiso asegurarse de la distancia que los separaba. Se paró en seco cuando vio a Anna en los mandos de la máquina. Un sentimiento de confusión lo obligó a reaccionar.

- Anna, trabajaba de azafata de vuelos-. Se autoconfirmó en voz alta.

El tranvía continúo su camino y Luis sacó fuerzas de donde no tenía porque quería volver a verla, aunque fuera por última vez. Los músculos desacostumbrados a las maratones matinales no aguantaban más presión pero el comboy se detuvo durante unos segundos y el joven sonrió.

- Anna, ha parado el tranvía para verme-. Aseguró la voz interior de Luis.

Cuando llegaba a la altura de la cabina del conductor, éste empezó de nuevo su marcha. Y Luis cayó arrodillado delante de Palau Reial, el mismo lugar donde besó por primera vez a Anna al salir de la facultad de Economía. Luis olvidó que aquella mañana corría para olvidarla.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Buen comienzo,mejor debut y mucha más precisión, que la primera vez que lo leí.
Al principio y el final es lo que más me gusta.
Puedes estar contenta con este cuento, a seguir haciendo las cosas que te gustan y mucha suerte para las proximas estaciones.
Un saludo, con una abrazada muy fuerte de Llamj
Anónimo ha dicho que…
Qué bueno, Nin_a... Pobre Luis. Siempre es difícil reiniciar.
Joana Abrines ha dicho que…
eres un amor marian... este mes te veré en la graduación, qué ilusión... también llegará un día en que haga 7 años que terminamos la facultad. Un abrazo solecito islandés

Entradas populares