Historia urbana

Un día sin quererlo conocí todos los entresijos personales, sexuales e intercontinentales de una azafata de Iberia. Era compañera de viaje en el autobús que acerca a los ciudadanos de Barcelona al aeropuerto. Ya no recuerdo dónde, anoté: “todos conocemos las historias de las personas que nos rodean”. Hoy Joan ha sacado a pasear esta frase en su fotolog y una amiga suya ha incidido en ella ofreciendo su punto de vista: “conocemos esas historias porque somos cotillas hasta el infinito”. Sin quitarle razón a Estela, y sin quitar el sentido del oído a la conversación que la amiga-azafata tenía con una amiga por teléfono, prefiero pensar que más que un acto de intrusismo es la voluntad de expansión que sienten los yoes reprimidos de las personas.

Para volver a la primera frase y olvidarnos de la metafísica, hoy se ha vuelta a repetir una historia extremadamente curiosa en el autobús. En esta ocasión no era una azafata, en realidad no sé quién era ni a qué se dedicaba pero me he sentado a su lado porque había sitio. Era una mujer de mediana altura y de mediana edad y sin demasiado decoro a la hora de vestir. Morena con los ojos saltones y un tatuaje extremado en el cuello ha callado hasta que ha subido una mujer ancha con curvas hasta en los ojos amenazando a mi casual compañera de viaje.

-“Te odio” le ha gritado con cara de “te odio”. “Solo me faltaba encontrarte aquí” le ha respondido la otra. Guara, sucia, asquerosa,… eran insultos que iban y venían entre el vagón, y yo en medio hasta que me he levantado para ver la “conversación” sin vivirla tan de cerca. Como dos gatos en celo, o peor aún, dos gallos de pelea a punto de matar estaban dispuestas a todo. Mientras el conductor seguía su curso como el de los relojes puntuales de las oficinas y todos los asistentes boquiabiertos se dirigían a algún lugar.

-“Te tengo tantas ganas que…” sin terminar la frase ha salido del autobús tirando el bolso al suelo. Se ha ido con unas bolsas en los ojos mayores de las que había entrado y se ha despedido con un portazo. Hoy he aprendido otra clase en la vida, no odies tanto a nadie como para llegar a hacer el ridículo de ese modo en público. Tal vez Estela tenga razón, la especia humana es demasiado cotilla como para no entrometerse en lugares privados, ya no digo prohibidos. Porque además de todo, somos desafiantes.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Yo me divierto muchísimo "cotilleando" o, como decía el viejo eufemismo, "interesándome por los demás, por sus vidas". Un día estaba en Gregorio Marañón, parada habitual en mi vuelta del trabajo. Me senté en un banco, y, aunque yo llevaba colgando de mis oídos el Mp3, me había quedado sin batería, lo que pasa, es que, a veces, mirad qué punto más malévolo tengo, no lo guardo para que nadie se entrometa en mi silencio y mi forma de mirar típica de cuando estás escuchando música. Y no estás fuera, sino dentro de la melodía, del recuerdo, de las palabras, de las notas. Así es que así permanecía. De pronto reparé en la pareja que estaba a mi lado: era un chico y una chica que, calculo, habrían quedado una segunda vez. Una segunda cita. Él estaba visiblemente "enamorado" o "enloquecido", "embobado" por ella, y, sin embargo, ella no. Ella miraba fuera de la órbita de sus ojos, del que la tanteaba y le preguntaba románticamente, conmigo a un palmo de su chica: "¿Qué sientes exactamente por mí?". Y ella, un tanto avergonzada, un tanto sobrepasada y flipando, le repondía: "¿A qué viene eso ahora? ¿Crees que es éste el mejor momento para sacar un tema así?". Decía casi señalándome con la voz. Yo no miraba, pero escuchaba divertida. Entrometida también. Y rezaba: "Por dios que estén esperando el metro". Pero no fue así, allí nos despedimos: él sonriente y muerto de amor, ella mirándome de lejos. Interrogándome como quien dice: ¿Qué decir? Me dio lástima en realidad, pues yo, que era una intromisión anónima, supe leer mucho más de lo que él nunca sería capaz de ver.
Gracias por hacernos partícipe de estas historias tan cotidianas e interesantes.
Pregunta: ¿Por qué crees que tanto se odiaban? (La curiosidad es insaciable).
Un abrazo preciosa.
Joana Abrines ha dicho que…
gracias maria por contarnos esta historia tan bonita pero sin mayúscula porque parece bastante dolorosa para él. Los dos personajes de la "historia urbana" me recordaron a dos vecinas del barrio, amigas de pequeñas que crecen y son capaces de todo por amor/odio. Una debía ser la actual pareja del padre de las hijas de ña otra. Por ejemplo.

Un abrazo solecito y hasta muy pronto. Hoy, Barcelona me ha preguntado por ti... que le respondido que estabas mejor que nunca (¿tengo razón?)
Anónimo ha dicho que…
Ostras, dos buenas historias urbanas, aún nos hacen creer en las buenas informadoras que sois, toda la promoción, de Joana, un abrazo para todos vuestros padres.

Suerte .......

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