Tapersex, experiencia religiosa



Llegaron las ocho y media del lunes por la noche y nos reunimos nueve personas -chicos, chicas, parejas, amigos y desconocidos- alrededor de una mesa para conocer los nuevos artilugios del placer. Todos aquellos mecanismos sexuales, con nombre propio cuando son propiedad de uno mismo, se presentaban lejanos e impersonales en una mesa que destapó la primera botella de vino a las 20:31. Eva se presentó con una maleta más grande que las de viaje y como psicóloga y sexóloga animó a los presentes a consumir productos para ensalzar el amor propio. Comenzó enseñando libros sensuales y equipos de ropa para disfraces que más que eróticos eran idóneos para un festival cutre de Baco: la porno chacha, la azafata sin bragas o la leona con máscara y grilletes. Las risas dieron la pista a la joven psicóloga de que con aquellos detalles no ganaría ningún plus, así que abandonó los preliminares para entrar en materia rápido y corriendo. Entró la segunda botella de vino y con ella las cremitas para lucir una piel sedosa, las velas perfumadas para crear ambiente o los mentolados para el sexo oral. También rodaron entre los reunidos retardadores, cremas para sentir frío y calor y polvos comestibles de besos calientes. Cremitas que tuvieron más adeptos que las corporales. Se presentaron las bolas chinas: “son para que la chica tenga control absoluto del suelo pélvico, recomendadas para ser usadas en movimiento”. Bolas de geishas y de prostitutas. Bolas para aumentar las sensaciones placenteras en los orgasmos masculinos y femeninos, todo un lujo según la vendedora con nombre y apellidos que nadie adquirió. Los lubricantes -de gel, de agua, de silicona, con sabores y colores- dieron paso a lo esperado de la noche, los vibradores y con ellos se destapó la tercera botella de vino tinto. Los primeros eran aparatos sumergibles y de dimensiones reducidas para llevar de viaje con formas de pato cariñoso, delfín picudo o minipintalabios con motor oculto. Los segundos eran una serie de vibradores fantasía de colores y formas sinuosas sin llegar a ser realistas, también aptos para alegrar los momentos ducha. En el camino se cruzaron los aparatos para la penetración anal y el último fue el “emperador”. Una polla con tacto de polla, con color humano y movimientos inimaginables, despertó pasiones entre las hembras y tenía adaptador de paredes, suelo, ventana, cama o lavadora. Nadie se atrevió a comprarlo en público. Después de la reunión, la psicóloga pasó la caja para reunir 30 euros entre todos y empezó el festín. Uno de esos para mi madre, otro para mi amiga invisible y para mí ese negro. ¿Pasas tarjetas de crédito? Entonces, dáme el patito será nuestro regalo de reyes.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
umm! suenba apetecible!

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