Recuerda tu promesa II


Una escena del mural de 100 metros que Mëgan ha pintado con más de 500 aerosoles

Hoy me he despertado contento porque he viajado en sueños. Ahora sólo quiero mi taza de leche con cereales. Me gustan los que son como una cajita de chocolate cruciente por fuera y fundido por dentro. Son los mejores porque al morderlos hago ruido con la boca y parece que me estoy comiendo palabras. “¿Quieres probarlos?” De un salto, salto de la cama y llego al suelo más rápido que ayer. Los mayores siempre me dicen “algún día crecerás”. Quizá ese día sea hoy. Yo quiero ser mayor para viajar de verdad. “¿Dónde estás?” Espero la respuesta y la encuentro en la ventana de mi habitación.


Voy a la cocina casi a tientas. En la despensa hay un papel que me recuerda mi promesa pero no están mis cereales número 7. Espero que mamá se levante pronto para ir a comprarlos. El tiempo pasa. Voy a verla a su cuarto. La puerta está medio abierta y me cuelo en la oscuridad. A los pies de la cama veo un libro medioabierto y sus pies desnudos se asoman por la sábana. Escucho los ruidos que hace con la boca, parece que se come palabras. Prefiero no despertarla porque los mayores también sueñan. Antes de que se termine el domingo bajo a buscar los Kellog's. “¿Me acompañas?” Tú también hablas cuando no dices nada. Ayer mamá me preguntó “¿qué piensas cuándo no hablas?” No supe que responderle porque yo también hablo sin mover los labios.


Me pongo un batín y unas zapatillas de estar por casa. En la puerta veo a la vecina que saca a mear al perro. Ella tampoco me dice nada, como si no me hubiera visto, pero Gog me ha reconocido, me lo ha dicho con la mirada. Es un perro viejo como su ama, ya no ladra. Por la acera, me acerco al badulake. Suena “My way” por la radio. “¿Tienes los cereales de chocolate?” “Al fondo, a la derecha”. Muhmad habla como mi abuela aunque es más joven, está más delgado y tiene la cara más negra. También las manos y el cuello, se parece al hombre de mi sueño. La tienda huele a plátanos maduros y veo en el suelo garrafas de aguas llenas de polvo. Nunca había entrado tan adentro. Encuentro los cereales, alzo la mano pero no llego. Una mano gigante los coje. “Mamá te pagará, mañana”. Vuelvo a casa. En el parque hay niños jugando con sus padres. “¿Por qué yo siempre estoy solo?” “Porque vives en tus pensamientos”. “Por fin te has despertado. Ven a buscarme como en mi sueño”.


Era de noche, viajábamos sobre las alas de mi peluche. Yo conducía el timón de la nave espacial y tú agarrabas fuerte la cajita de música que perdimos en mitad del cielo. Con vista de pájaro dejamos atrás nuestra casa, nuestro barrio y nuestra ciudad. Acariciamos las estrellas hasta que un asteroide en el firmamento escupió fuego. Perdimos el equilibrio y caímos haciendo círculos en un lago de agua sucia. Estábamos muy, muy lejos. Yo nunca había visto unos bichos tan hambrientos. Tus piernas robustas nos salvaron de los cocodrilos y sobre tu áspera espalda salimos del barro. Siempre he pensado que los elefantes fueron los primeros autobuses de la historia. Seguimos el camino y llegamos a unos jardines florecidos. Brillaban millones de frutas rojas. Me comí una y caí al suelo. “Son flores venenosas”, dijo una niña vestida como las princesas de los cuentos mientras yo seguía siendo un niño de carne y huesos. “Sígueme”, te dijo. Me recogiste del suelo con la trompa y en una zancada llegamos al palacio. Nos dio la bienvenida un hombre largirucho que caminaba bocabajo. Me untó un polvo en la frente. Abrí los ojos y te vi haciendo el pino. ¡Fue divertido! Te estorbaba la trompa y con la cola no llegabas al techo. A su lado eras diminuto. Nos llevó a la habitación de los juguetes. Había aviones de hojalata, caballos de madera, barcos dentro de botellas y un tren sin conductor. Jugamos a ser pilotos, jinetes, marineros y maquinistas. En el suelo había tu caja de música. Me acerqué para hacerla sonar y el hombre, que caminaba con las manos en el suelo y los pies en el techo, me dijo “contiene un secreto, prométeme que nunca la tocarás”. A modo de promesa me besé la mano, o besé la suya, no lo recuerdo. Con la cajita en las manos recorrimos salas y pasillos vestidos con moquetas que parecían el plumaje de un ave real. Encontramos a la princesa dentro de un laberinto de cristal con una escalera interminable. Necesitaba mi secreto. “¿Qué llevas en las manos?”, me preguntó. “Una caja de música”. “Tócala”. Al hacer sonar el primer sonido metálico, desperté sobresaltado.


Sólo ha sido un sueño”. Cuando duermo hay un niño dentro de mi boca que dice cosas. “¿Existe el infinito en el mundo-imaginación?” Al levantarme de la cama de un salto he leído en la ventana:



"Recuerda tu promesa" es un proyecto de arte urbano organizado por el colectivo Künstainer que forma parte de la tercera intervención creactiva de la estación de autobuses de Tarragona.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
ok.
Molt bo.
No vos atureu de sa creatividad.

Es lo mes bo de tot el mon.

Un saludo

Entradas populares