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PolicROMAt
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NOTTE 1 // 21 de junio de 2012
Llegamos volando a
Flumicino, aterrizamos puntuales y salieron las maletas por la cinta
11. Cogimos un bus-lanzadera hasta el centro de Roma. Estuvimos 1 hora
asimilando el nuevo destino que parecía sacado de una película de Fellini. Sentados en la parte trasera de un autobús de
medio trayecto, recordamos nuestros anteriores viajes: viajes de
adolescencia, viajes de descubrimientos. Idas y vueltas mirando a
través de las ventanas granuladas de los Alsas entre Madrid y Barcelona. Paramos en el Vaticano y vimos el Castel Sant'Angelo de lejos; bajamos en Termini, la estación
de corte fascista que diseñó Mussolini.
Viajamos con 2 trolleys, un
bolso y una maleta. No nos situamos en el mapa de la guía de viajes y advertidos, cogimos un taxi oficial, de los blancos con
cartelito amarillo, que nos cobró más que un taxi ilegal. El taxista, icono italiano, nos dio unos consejos de
recién llegados, advirtiendo con la seguridad del que se cree
original: “el tráfico en Roma es un monumento”. En pocos minutos
vivimos el caos, frenazos y pitidos a los transeúntes que comparten calzada con los automóviles y adelantamientos
imposibles entre motos, coches y caballos. De viaje, en el asiento trasero todo se ve diferente, como
una aventura. Grabamos la carrera para sacarle partido a la cuenta y paramos en
Piazza Spagna, nos enseñó las escalinatas a mano derecha y giramos hacia
la izquierda, pidiendo permiso a una pareja de carabinieri. El taxi se metió hasta el fondo de la calle que tiene un castañero en la esquina, primero transitamos una calle amplia con turistas y tiendas pijas a cada
lado hasta que cruzamos con Vía Belsiana, unos metros más allá paramos ante nuestro destino. Vicolo
Belsiana: un callejoncito estrecho y peatonal con un restaurante de punta en blanco y una
tienda de ropa cachemir que conviven con un bloque de pisos: ¿Vivienda
habitual o residencia eventual de turistas como nosotros? No
recibimos respuesta porque la persona que había enviado nuestro
“anfitrión”, término que utiliza airbnb para entablar
conversación entre clientes, no entiende español ni habla italiano y solo medioentiende nuestro medioinglés. Cuando todo el trámite ha
terminado, deshacemos las maletas y ocupamos las estancias del
pequeño loft del centro histórico de Roma que los padres de Joan
muy acertadamente han elegido para nosotros. Durante 3 días y 4
noches cambiamos nuestra Plaça Espanya de
Barcelona por la Piazza Spagna de Roma. Una exquisita forma de
inaugurar el verano del amor y celebrar la víspera de st.a joan.a.
Con la sensación de
haber sido estafados en una ciudad extranjera, salimos a la calle
y elegimos un restaurante para cenar cerca de la Embajada Española. Unos minutos después de sentarnos, otro comensal acompañado de su novia, se sentó a cenar con una camiseta de la roja. Estábamos casi en casa. Tuvimos nuestro primer
encuentro nocturno con las moscas, mosquitos, arañas y demás
insectos voladores no identificados de Roma. Celebramos nuestra primera noche en un peldaño de la escalinata que Audrey Hepburn hizo
famosa en la típica película americana “Vacaciones en Roma”. Nos tomamos 2 birras por 5 euros. Y nos volvimos a sentir como en casa cuando nos las ofrecían los paquis. Nos recogimos pronto pensando en nuestra primera
jornada estival en la ciudad más caliente del planeta y nos fuimos a la cama sin
hacer ruido, dormimos en un altillo con vistas a los tejados romanos,
escuchamos a nuestros vecinos y nos volvimos a sentir como en casa. A
mitad de la madrugada el aire acondicionado amenizó el descanso de
dos cuerpo demasiado jóvenes que
continúan conociéndose.
Comentarios
besos
que guaaaaaai