Mis 33 veranos
Hoy cumplo 33 años y reivindico también mi figura de madre de una hija de 20 meses que crece sana y me enseña a ser, estar sin parecer. Hoy me acuerdo de mi madre, aquella mujer que me tuvo a los 28, después de tres abortos y perder a su madre justo un año y un día antes de que yo naciera. Así llegué a mi familia de origen, amada y deseada como la hija que no llega. Justo ahora empiezo a ser la mujer que aprende a ser ella misma siendo hija de su madre, aquella que a la vez fue hija de su madre y ésta de la suya. Y así crece la familia y vamos sumando vidas transgeneracionalmente. Hoy en un acto de amor, las recuerdo y las vivo dentro porque soy nieta de todas mis abuelas, las amo a todas por lo que fueron y por lo que de ellas hay en mí y les agradezco la vida. Nací de sus entrañas y como las muñecas rusas, unas dentro de otras nos habitamos, nos parimos y nos parecemos más de lo que creemos.
Y si creer es crear, creemos creando y creamos criando. Y así he llegado a ser la mujer imperfecta que soy y la madre que aprende a cada paso que da con la certeza científica del prueba-error, sin instrucciones ni recetas médicas, y que se hace más fuerte cada vez que se equivoca. Y ya van siendo algunas y justo ahora estoy aprendiendo a pedir perdón y a perdonar, también a perdonarme. Eso que es tan natural en un bebé, nacemos sin maldad y sin rencor, caemos para volvernos a levantar, parece que los adultos lo olvidamos para sobrevivir en el mundo de las apariencias, el que solamente es yang y cada vez me interesa menos sin su opuesto, la verdad. Busco la totalidad.
Me siento mujer, hija, hermana, compañera de vida sin complejos y madre imperfecta o malamadre como dicen algunas y yo he repetido muchas veces durante estos meses. A veces para reír, otras para llorar y muchas para calmar mi sed de perfección. "No soy superwoman" me repito para parar. Parir con placer fue mi primer gesto de amor hacia la vida. Primero fue la gestación, nueve meses de idilio con otro cuerpo que me habitaba y que aún hoy siento cómo me habita, de otra manera y cada vez cambiante. Con dos cuerpos y dos corazones dentro latiendo al unísono, me sentía poderosa y muestra de ello mi redondez que dos años después continúa instalada en mi cuerpo habitándome, reclamando el lugar femenino que le corresponde, el yin. Mi lado oscuro: el animal, misterioso, mágico y sensible. Todo aquello de mí que desconocía y de lo que sin ser consciente rechazaba: mis ciclos, la generosidad bien entendida, la entrega al otro, el sacrifio en el mejor de los sentidos, sin connotaciones religionas ni judeocristianas. Ser mujer en suma y abandonar el mundo concreto, el de los datos y resultados, guerras y mediocridad para abarcarme completa. Después del parto "yo ya no soy yo, contigo soy otra".
Y llegó la exogestación que algunos llaman puerperio pero no terminan de estar de acuerdo en los plazos de entrega, va desde la cuarentena a los nueve mesos hasta los generosos dos años. Una palabreja que deberíamos aprenderse antes de entrar en la universidad. No necesariamente para ser madre ni para aparecer en el libro de los récords, simplemente para descubrir el submundo que habitamos. Creo que hay puerperios en todos los tránsitos importantes de la vida, son aquellos lugares casi místicos en los que eres hipersensible, donde la luz y el ruido te molestan y ves claro, casi puedes discernir y estarías encerrado en de la cueva de tu alma día y noche, con tus sombras que a veces dan miedo y casi siempre son incómodas. Una descripción muy mamífera de lo que vendría a ser la vida. El problema es que los humanos nos sentimos demasiado importantes, pensamos demasiado y hemos dejado de sentir a flor de piel porque duele y hace daño. Cada una tiene sus mecanismos, el mio era taparme y salir afuera a descubrir y colonizar el mundo porque dentro no había dios que entendiera el crucigrama. De momento estoy descifrando algunas claves para poder entenderme. Por eso, mi objetivo-destino para este nuevo año es integrar el adentro con el afuera. Si lo consigo, os cuento. Imagino que el camino no será fácil.
Hoy también pienso en mi padre que a sus 33 volvió a nacer y superó un cáncer de estómago que todo el mundo creía que se lo llevaba por delante. Él aguantó estóico junto a su mujer para sostener a su familia. Te agradezco el esfuerzo, ganaste la batalla y luchaste contra la muerte prematura para no dejarnos huérfanas, por eso te escribí aquella carta en forma de poema y tantas otras que nunca han llegado a su destino pero que están escritas con el corazón en la mano. Hoy también pienso en mi hermana, al lado de la que crecí como una igual y la que me enseñó y me continúa enseñando cada día el sentido de la vida, sin ti nada sería igual. Te quiero por todo lo que eres y te siento dentro, siempre. También me acuerdo de mi marido, gracias por hacerme volver a creer en mí, por no asustarte de los cambios vitales, por enseñarme a vivir desde otro lugar y por todos los segundos 33 que hemos vivido en los últimos años que han sido el presagio de lo bueno que está por llegar. Gracias también por mostrarme el camino hacia nuestra familia como dice Laura Gutman "La familia nace con el primer hijo" y a ser familia estamos aprendiendo juntos cada día y a amarnos bien, también. Intentamos criar creciendo y crecer criando como nos enseñó nuestra maestra del amor, aunque nadie dijo que fuese fácil. Por todo eso, os agradezco vuestra entrega, amor, sabiduría y enseñanzas porque me hacen mejor persona. ¡Y así sí mola cumplir años! GRACIAS.
Y si creer es crear, creemos creando y creamos criando. Y así he llegado a ser la mujer imperfecta que soy y la madre que aprende a cada paso que da con la certeza científica del prueba-error, sin instrucciones ni recetas médicas, y que se hace más fuerte cada vez que se equivoca. Y ya van siendo algunas y justo ahora estoy aprendiendo a pedir perdón y a perdonar, también a perdonarme. Eso que es tan natural en un bebé, nacemos sin maldad y sin rencor, caemos para volvernos a levantar, parece que los adultos lo olvidamos para sobrevivir en el mundo de las apariencias, el que solamente es yang y cada vez me interesa menos sin su opuesto, la verdad. Busco la totalidad.
Me siento mujer, hija, hermana, compañera de vida sin complejos y madre imperfecta o malamadre como dicen algunas y yo he repetido muchas veces durante estos meses. A veces para reír, otras para llorar y muchas para calmar mi sed de perfección. "No soy superwoman" me repito para parar. Parir con placer fue mi primer gesto de amor hacia la vida. Primero fue la gestación, nueve meses de idilio con otro cuerpo que me habitaba y que aún hoy siento cómo me habita, de otra manera y cada vez cambiante. Con dos cuerpos y dos corazones dentro latiendo al unísono, me sentía poderosa y muestra de ello mi redondez que dos años después continúa instalada en mi cuerpo habitándome, reclamando el lugar femenino que le corresponde, el yin. Mi lado oscuro: el animal, misterioso, mágico y sensible. Todo aquello de mí que desconocía y de lo que sin ser consciente rechazaba: mis ciclos, la generosidad bien entendida, la entrega al otro, el sacrifio en el mejor de los sentidos, sin connotaciones religionas ni judeocristianas. Ser mujer en suma y abandonar el mundo concreto, el de los datos y resultados, guerras y mediocridad para abarcarme completa. Después del parto "yo ya no soy yo, contigo soy otra".
Y llegó la exogestación que algunos llaman puerperio pero no terminan de estar de acuerdo en los plazos de entrega, va desde la cuarentena a los nueve mesos hasta los generosos dos años. Una palabreja que deberíamos aprenderse antes de entrar en la universidad. No necesariamente para ser madre ni para aparecer en el libro de los récords, simplemente para descubrir el submundo que habitamos. Creo que hay puerperios en todos los tránsitos importantes de la vida, son aquellos lugares casi místicos en los que eres hipersensible, donde la luz y el ruido te molestan y ves claro, casi puedes discernir y estarías encerrado en de la cueva de tu alma día y noche, con tus sombras que a veces dan miedo y casi siempre son incómodas. Una descripción muy mamífera de lo que vendría a ser la vida. El problema es que los humanos nos sentimos demasiado importantes, pensamos demasiado y hemos dejado de sentir a flor de piel porque duele y hace daño. Cada una tiene sus mecanismos, el mio era taparme y salir afuera a descubrir y colonizar el mundo porque dentro no había dios que entendiera el crucigrama. De momento estoy descifrando algunas claves para poder entenderme. Por eso, mi objetivo-destino para este nuevo año es integrar el adentro con el afuera. Si lo consigo, os cuento. Imagino que el camino no será fácil.
Hoy también pienso en mi padre que a sus 33 volvió a nacer y superó un cáncer de estómago que todo el mundo creía que se lo llevaba por delante. Él aguantó estóico junto a su mujer para sostener a su familia. Te agradezco el esfuerzo, ganaste la batalla y luchaste contra la muerte prematura para no dejarnos huérfanas, por eso te escribí aquella carta en forma de poema y tantas otras que nunca han llegado a su destino pero que están escritas con el corazón en la mano. Hoy también pienso en mi hermana, al lado de la que crecí como una igual y la que me enseñó y me continúa enseñando cada día el sentido de la vida, sin ti nada sería igual. Te quiero por todo lo que eres y te siento dentro, siempre. También me acuerdo de mi marido, gracias por hacerme volver a creer en mí, por no asustarte de los cambios vitales, por enseñarme a vivir desde otro lugar y por todos los segundos 33 que hemos vivido en los últimos años que han sido el presagio de lo bueno que está por llegar. Gracias también por mostrarme el camino hacia nuestra familia como dice Laura Gutman "La familia nace con el primer hijo" y a ser familia estamos aprendiendo juntos cada día y a amarnos bien, también. Intentamos criar creciendo y crecer criando como nos enseñó nuestra maestra del amor, aunque nadie dijo que fuese fácil. Por todo eso, os agradezco vuestra entrega, amor, sabiduría y enseñanzas porque me hacen mejor persona. ¡Y así sí mola cumplir años! GRACIAS.
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