LUCIFER

Entré en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y para mi sorpresa me encontré la escultura del ángel caído a gran escala en la entrada del museo. El original esculpido en bronce. No tenía las flores moradas que lo resguardan durante la primavera en el Parque del Retiro pero sí unos sillones alrededor que invitaban al curioso a acomodarse y perder la concepción de tiempo a su lado. Mientras escribía algo sobre él en nuestro cuaderno de viaje se acercó un japonés con una cámara colgada al cuello, tenía mucha prisa se leía en sus movimientos, y sin voltear la figura me miró y me preguntó:

- ¿es de Rubens o Velázquez?
- callé para asimilar su pregunta y le respondí: no, se trata de una escultura del artista español Ricardo Bellver.
-¡ah!, me respondió sin demasiado interés y bajo las escaleras a un ritmo mayor que cuando las había subido.

La pregunta me invadió inmediatamente: ¿Por qué el arte sólo interesa cuando tiene un nombre detrás que lo respalda? ¿Por qué es más importante la obra de alguien cuando está firmada?

Mis respuestas me llevaron a una duda en primera persona: "¿entonces, por qué firmas tus artículos o tus poesías?".

Pd: un anónimo

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El ángel caído es un ángel convertido en diablo que fue esculpido en el siglo XIX y aunque mantiene las proporciones clásicas, el equilibrio y el concepto de belleza platónico, sinónimo de perfección absoluta, GRITA. Está enojado con algún dios y le grita con fuerza.

Su pelos se revuelven con el aire, su mano lucha contra la ira, su torso se doblega por su propio peso y los dedos del pie derecho se aferran aún a la vida. Es el ángel maldito, es el diablo caído.

Las serpientes lo enredan en su celda maligna o benigna según interprete el observador y las alas gigantescas recubren su cuerpo y su ánima.

A punto de caer al infierno sigue gritando en silencio y aguanta el viento de Zeus.

Aún hoy podemos oír su furia en el Retiro o en el Museo de Bellas Artes de San Fernando (número 21 de la calle Alcalá de Madrid).