Mi primera colonia

Como si se tratara de un presente un día cualquiera, mi primer regalo como periodista llegó sin esperarlo. A las ocho y media, el jueves 26 de octubre (jueves, como apuntaba el profesor Picabia, el mejor día para hacer un acto ante los medios) la firma italiana Valentino inauguraba una boutique en Passeig de Gràcia-108 y una hora y media antes de la cita empezó el juego de las apariencias en Joan Gamper-22. Después de ir en pijama por casa llegó el momento de elegir qué ropa ponerme. Entré en la ducha y jugué con los dosificadores de agua para encontrar el punto exacto, caliente pero sin quemarme. Terminé de ponerme la crema hidratante en el cuerpo y fui directa al armario, llevaba todo el día pensando en los pantalones negros de pinzas y la camisa granate-transparente. Me vestí y busqué mi nuevo cuerpo en el espejo empapado del cuarto de baño, indecisa, esperé la aceptación de Joan. No habló, me miró a los ojos e hizo una mueca.

- ¿Voy mal?- le pregunté insegura.
- Es la primera vez que vas a un acto social y no puedes ir tan llamativa–respondió convencidísimo.
- Precisamente, -repliqué.

Volví al armario y saqué unas medias negras, sabía qué zapatos ponerme, los nuevos, y me desvestí para vestirme de nuevo con unos pantalones cortos de color beige. Necesitaba una camiseta negra a juego. No tenía ninguna, estaban todas para lavar y saqué un jersey de invierno que me lo metí sin demasiado convencimiento. Salí y Joan me sonrió:

- Perfecto- aseguró y calló como iba siendo habitual en él.

Entré de nuevo en el cuarto de baño en busca del espejo y empecé a pintarme la línea de los ojos. Era tarde, había perdido demasiado tiempo en elegir la ropa que me presentaría a los medios catalanes y todavía no sabía dónde tenía que ir exactamente. Me miraba al espejo y no sonreía pero él lo solucionó. Empezó un juego infantil en el yo era la madre maniática e histérica que llega tarde al trabajo y él, el hijo que tonteaba sin que nadie lo entienda.

- ¡Aggggghhhhhrrrrrr!, grité mientras me mojaba con colonia de hombre.

Sin quitárme su olor le pregunté a qué altura estaba Paseo de Gracia-108 y me indicó el camino. Cogí el autobús en Illa Diagonal y durante los quince minutos de trayecto me entró un pánico horroroso, en cada parada estuve a punto de bajarme y volver a casa. Estaba fea, y no paraba de pensar en cómo irían los demás; “tendría que haber ido como había elegido en un primer momento”- pensaba siendo consciente de que mientras pensaba no bajaba. Llegué a la parte alta de Paseo de Gracia y vi dos carpas en plan Hollywood montadas delante de los escaparates que lucía por primera vez Barcelona. Me acerqué con paso nervioso, intentando cruzarme con alguna mirada comprensiva, mejor dicho conocida, pero no ocurrió. Me di cuenta, de nuevo, que no conocía a nadie. Que no era nadie y que nadie me conocía. Esperé en la puerta porque había quedado con Anna, la directora de Ask!?, mi jefa. Llegó con Isa y esperé que me sonrieran, lo hicieron y en aquel momento empezó la fiesta si es que puede llamarse así. Apareció la modelo de turno, vestida de rojo (color Valentino) y los flashes empezaron a funcionar: uno, dos, tres, cuatro, cinco,…nueve fotógrafos; no más. La misma imagen saldrá en todas las publicaciones; el periodista no siempre está en el lugar de los hechos. La primera regla de la facultad se quiebra.

- Adiós, voy a cubrir otro acto,- le dijo un fotógrafo a otro.
- ¿Ya te vas?- preguntó el otro al uno con intención de hacer lo mismo.
- Sí, esto ya se ha acabado.

Cuánta razón tenía. Entré en la tienda porque era la finalidad de la convocatoria pero tanta luz, tanta gente, tanta calor, tanto modelo, tanto dinero me sacaron fuera y salí de nuevo a la acera izquierda para hablar con un político catalán de derechas.

La noche parecía haberse detenido y ya me había olvidado de mi ropa aunque no paraba de observar la de los demás. Hablé poco porque todavía no ha llegado mi hora. Cuando nos fuimos, las tres del despacho juntas, teníamos tres cajitas de colonia.

- Será perfecto para el árbol de navidad, dijo Isa.
- Yo no lo pondré en el árbol porque es mi primer regalo como periodista, pensé en voz alta.

Todavía no habíamos cruzado el largo paso de peatones que separa l’Eixample y ya había abierto el plástico que des-protege la colonia. Disimuladamente mojé la parte interior de mis muñecas y olí. Mi piel intentaba ingerir tres olores: el mio, el de Joan y ahora el de Valentino. Desde aquel día, cada mañana uso la misma colonia, a los reyes le tendré que pedir otra.

Comentarios

Joana Abrines ha dicho que…
jajajjaja, quina gràcia llegir-vos!!!
esper que el dubte de l'apariència deixi lloc a algun altre més interessant.

mils i mils de besos per sa meva familia, aviat ens veim.

os quiero

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