historia sin final
Hoy a las tres menos veinte del mediodía mientras leía el último libro de Carlo Petrini, fundador y presidente del movimiento internacional Slow Food, ha subido una chica con rasgos asiáticos al autobús metropolitano 32 que une Roquetes con Sants (los dos vértices de Barcelona) y he parado de leer para observar. Justo detrás de la joven, musa de Wong Kar-Wai, ha aparecido un viejo sin aparencia pero con pasta que la invitaba a alguna indecencia porque hasta sus orejas estaban excitadas y peludas, por cierto. La chica miraba al suelo, víctima de profesión, y callaba. Él parecía darle las indicaciones: “es fácil” he creído oír, a lo que ella le ha respondido dubitativa: “…tengo mucho sueño, hoy no”. Ese hoy no, tal vez signifique que ayer fue o que mañana puede ser. Por motivos laborales he tenido que abandonar la conversación intrusa y bajar sin conocer el final de la historia para cumplir mi jornada de pluriempleada.
Esta situación me ha obligado a pensar en las mil trescientas cincuenta y ocho historias que sacuden cada minuto las ciudades, los pueblos o el interior de las personas. ¿Realmente somos tan complejas?
Esta situación me ha obligado a pensar en las mil trescientas cincuenta y ocho historias que sacuden cada minuto las ciudades, los pueblos o el interior de las personas. ¿Realmente somos tan complejas?
Comentarios
un beso
me gusta que me leas
me gusta, gustarte
...imaginate cuántas cosas me gustan, papá!
y sobretodo me gusta que digas que es posible luchar para mejorar las cosas, yo también lo creo y lo practico. Gracias por enseñarme a luchar. Y un beso a la mamá