MORIR EN EL JARDÍN BOTÁNICO


A Mario Benedetti y a su infinita tregua

Trabajar en un jardín botánico o vivir en él
como el gato blanco que pasea triste sin nadie a su lado;
es como respirar sin aliento a los veintitantos.
Observar como las hojas caen de los gigantescos árboles
y chupan la luz del mediodía;
es como besar labios sordos el día de tu cumpleaños.

Hoy, ha pasado otro día,
otro mes, otro año y
el gato blanco se ha doblado.

Estudiar el comportamiento de las mariposas que
no saben volar y se esconden entre la arenosidad;
es como ser una mala hierba quemada por el sol.
Oír el armonioso cantar de la naturaleza y
el crackcrack de los distraídos paseantes;
es como la soledad de su poesía en noche llena.

Hoy, ha pasado otro día,
otro mes, otro año y
la luna roja se ha borrado.

PD: Mario Benedetti murió a los 88 años en su casa de Uruguay. De nuevo fue discreto. Poeta asiduo a las tardes de retiro cuando se acercaba el día del libro, ensayista hasta su último suspiro y novelista en el que encontré refugio nocturno. Entonces, yo estudiante y él viajante. Coincidimos en Mallorca, se refugiaba en el pequeño hotel del Puerto de Pollença, Sis Pins, donde encontraba su alegría de exiliado. Siempre nos quedará la voz de sus poemas musicados.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué triste estoy. Se me escaparon las lágrimas al oír la noticia de tan altísima pérdida... Sin duda, la vida ya no será igual.

Un abrazo desde el alma, querido Mario.

-Nómada-

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