#EldíadelaPoesía a Ángel González
#EldíadelaPoesía a Ángel González, mi maestro.
Levantarme una mañana de invierno
y recoger las flores caídas al suelo en otoño, alimentar la sed de
verano y decidir autocomplacerme como si fuera primavera. No dejar
pasar más tiempo. Demasiadas estaciones con una ausencia que ahora
me acompaña cada 12 de enero.
Me puse unos tejanos destartalados,
una camiseta de manga larga sin sujetador, un abrigo hasta los pies y
una botas con dedos descubiertos para ir a tu encuentro. Salí de
casa con un pañuelo fucsia para dibujar color en mi rostro negro y
firmar con un gorro de recuerdos. Bajé las escaleras, casi
corriendo, destino al barrio de la luz y de la sal. Fui a la
Barceloneta en busca de arena caliente y tu horizonte llamado
Valparaíso. Quise sentirme lejos, cerca de ti, y dibujar una sonrisa
en los labios porque el llanto me mantenía viva aunque huérfana.
De camino a la playa, sumergida en
el devenir diario de un autobús urbano, recordé mi época
estudiantil en Madrid. Allí, conocí tu poesía, también la de
García Montero, la de Leopoldo de Luis, la de Francisco Brines, la
de Benjamín Prado, la de Juan Soto, la de Alberto López y la mía
propia. Recuerdo aquella tarde que no quise perderme tus versos en el
Retiro. Jamás la utilicé y jamás me lo perdonaré. Hablamos sin mediar palabra y te pedí tu dirección postal,
me la anotaste por compasión y con desconcierto. Aquella noche cené tus
versos y conversé con “Otoños y otras luces”. Tu voz recitaba
“Cómo seré yo cuando no sea yo” y mi pluma era incapaz de
escribirte siquiera el encabezamiento. Dudé entre “Querido Ángel
González”, “Estimado poeta”, o simplemente “Maestro”.
Durante el verano releí “Cartas
a un joven poeta” de R. M. Rilke buscando ideas para escribirte una
bella epístola pero tampoco encontré las palabras exactas. Sentí
miedo. Tú habrías recibido tantas cartas que la mía sería
únicamente eso, una más. Calificativo despreciable donde los haya y
abandoné la idea. Una mañana sin querer, escribí “Onanismo de 19 insectos” pensando en ti:
Cuando oímos acercarse
a las cucarachas de Kafka,
a los ortópteros de Ángel
González
o a las hormigas de verano;
enterramos a estos animalitos
en nuestra metamorfosis
antes de la muerte.
Cuando cualquier ruido nos
descoloca
y nuestra espalda se despega de
la camisa,
o se pega demasiado;
nos invade el recuerdo que
creábamos
en el aire con los dedos
y movemos el recuerdo en
círculos convexos.
Estar o salir de casa –solos,
subir o bajar de la Alhambra
–con alguien.
Penetrar nuestro cuerpo,
masturbando los ronquidos del
bello durmiente
de la habitación de al lado
y dejar caer así nuestro deseo,
convirtiéndonos en coleópteros
de la noche.
Al terminarlo lo guardé en mi
memoria; hoy lo he publicado en mi primer poemario autoeditado.
Entonces, abandoné la idea de expresarte mis sentimientos en voz
alta y los silencié en nocturnidades porque con la poesía digo lo que no sé decir. Reflexioné demasiado sobre el
tema, me contuve y me vacíe, fui un blanco sobre blanco que no
aspiraba a nada. Pensé en el verso de Álvaro de Campos "Todas as cartas de amor são ridículas" y dejé pasar los días. Desvirtué la esencia de las correspondencias. Sin moverme esperé al Godot que nunca llega. Y entonces
apareció la mala noticia:
“Un
fallo respiratorio ha sido el despiste que ha obligado a Ángel
González a abandonar la vida, bebiéndosela durante 82 otoños”.
Cuando llegué al barrio de los
hombres de mar ya había recorrido toda nuestra historia y con
lágrimas en los ojos y con una sutil sonrisa en los labios recogí mis
pertenencias y bajé del autobús. Busqué un rincón en la playa, me
arrodillé en la arena y en el cuaderno de notas anoté la fecha y
mis impresiones.
Barceloneta, a 12 de enero de
2008
"Mas, afinal, só as criaturas que nunca escreveram cartas de amor é que são ridículas"
F. Pessoa.
F. Pessoa.
¡Alguien
ha muerto! La arena está salpicada por pasiones abrigadas que viven
y recuerdan en presente, mientras yo lo hago en pasado. Éste es el
mejor momento para despojarme de los secretos y compartirlos contigo,
maestro. Hace
cuatro años que te vi por primera y última vez. Inocentemente te
pregunté cuándo nos desvelarías nuevos versos y respondiste con
una mezcla de ironía y miel: “ya estoy viejo”. Con tu comentario
te hiciste más viejo y más sabio de lo que eras. Sonreíste. Yo
lloré porque en aquel entonces defendía la monogamia poética. He necesitado tu
ausencia para engañarte con otros grandes poetas y atreverme a publicar mis
versos sin la aprobación de un jurado de excepción.
¡Feliz
“Cumpleaños de amor”!
Firmado,
Joana
Abrines.
Cuento publicado en el Comecuentos el 12 de enero de 2011.
Nada grave, una lectura comentada del poemario póstumo de mi Ángel González.
Maestro, leí y escribí a otra gran poeta en el país de tu infancia, Laura Casielles.
Cuento publicado en el Comecuentos el 12 de enero de 2011.
Nada grave, una lectura comentada del poemario póstumo de mi Ángel González.
Maestro, leí y escribí a otra gran poeta en el país de tu infancia, Laura Casielles.
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