“Es una obra hecha a puñetazos”


Foto:Miquel Cerdà

La segunda piel de la capilla del Santísimo es dorada sin tener hilos de oro en ningún rincón de sus orificios. El barro modelado y pintado por Miquel Barceló durante siete años vio la luz de la catedral de Palma de Mallorca en febrero de 2007, un mes después me acerco incrédula a las más de 2.000 planchas de barro y me sumerjo en el mundo barroco del pintor mallorquin que recibió el Principe de Asturias en 2003.


Observo los peces del mar arrojados en la pared derecha y tintados de azul marítimo como las aguas que esperan al visitante a la salida de la gran iglesia de la luz. El pulpo con tentáculos extendidos, la raya con la boca abierta, el pez espada azulado y la langosta de color rosado son el mundo interior de un artista ateo que ha hecho con sus manos el mausoleo del obispo Teodor Úbeda. Los relieves marinos están arropados por la ola final de 14 metros de altura que acabará con la isla. Primer desenlace feliz del paraíso que representa el mal.

La nave de 300 metros cuadrados construida en la penumbra es la fábula de la multiplicación de los panes y los peces. Y por eso, el segundo paraíso es la tierra donde los frutos, en su máxima madurez, son el símbolo de creación natural de la obra. Melones, Sandías, Limones, Granadas y Uvas, todas con mayúsculas, son los dibujos que permanecen en el lateral izquierdo de la nave. Recuerdan el mundo de la riqueza, que la iglesia siempre ha pretendido relacionar con el bien. Hay está la dualidad entre BIEN/MAL-TIERRA/MAR.

Ambos mundos están unidos por la figura del Santísimo castrado por los religiosos y con las heridas de la crucificción que bendice a los fieles que ya no rezan, únicamente contemplan. La figura humana tiene las medidas del propio Barceló arrodillado y con los brazos al aire, algunos dirán que se trata de un síntoma de egolatría y castigarán al autor por tal licencia. La culminación de la obra es otra dualidad la vida y la muerte. La primera intenta entrar a través de las vidrieras oscuras, diseñados por el mismo autor, y convertidos en el peor invierno de las ciudades mediterráneas. Es una vida muerta, sin color. Y la muerte permanece como siempre en el mundo subterráneo. Las calaveras hechas de barro y moldeadas a puñetazos como el propio autor define su obra son el ejemplo claro de las miserias de la vida.

Pd: después de devorar esta gran sala ruidosa por las voces de los guías turísticos y la restauración de la capilla contigua he olvidado visitar el resto del museo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Como sabes, ayer fuimos a ver la capilla del Santisimo,es un rincón que dara muchas visitas a la Catedral de Mallorca.
Mi idea, es la poca falta de luz natural que hay, pero que le debe hacer artista por estas cosas.
Siendo del Mar y del Mediterraneo y que busca en el Norte de Africa su inspiración en aquella capilla habria dado la luz que la ha faltado a la Iglesia Catolica para que la raza humana no se tenga tanto odio.
Todos somos criticos en el arte,puede que el artista sin saberlo ni proponerselo intenta también seamos actores en su obra.

Llamj
Joana Abrines ha dicho que…
cuánta razón cuando dices que "todos somos críticos de arte" simplemente por contemplar una obra. Y seguramente es lo que inspira (aunque a veces) moleste al creador.

un abrazo y gracias por continuar escribiendo en este pequeño submundo de la red.

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