uno de marzo de dos mil diez


A Tomeu Abrines Capó por hacerme nieta de su tiempo y su lugar

Mírenlo, es el abuelo, joven todavía. No sonríe de placer ni de costumbre, sonríe de memoria. Nos tiene presentes a todos en su diariedad aunque las palabras siempre quedan cortas. Por eso su presencia es silenciosa: prefiere escucharnos a romper el ritmo de la historia y nos aconseja: ¡Sed felices!

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