Circo Subterráneo-Sant Jordi 2008

Imagen Joan Garau

Julia había escuchado muchas historias acerca de las profundidades del metro y quería conocer alguna de primera mano. No era asidua al transporte urbano porque prefería ir caminando a los lugares de tránsito, Barcelona nunca le pareció lo suficientemente grande y con el tiempo su ciudad natal se redujo a un solo barrio, Les Corts. El día que cumplió 51 años quiso montarse en un vagón destino “ninguna parte” y acompañada de su soledad, encontró historias ocultas que le recordaron a un circo itinerante.

En la boca del metro, había dos chicas jóvenes vestidas de blanco con gigantescos zancos que repartían periódicos gratuitos a cambio de un simple “gracias”. Ella saludó a las mujeres con una sonrisa pero no aceptó el rotativo porque si leía en movimiento se mareaba. Siguió avanzando escaleras abajo y escuchó una voz melódica que invitaba “a los señores pasajeros a entrar en el vagón del tiempo”, el sonido se acercaba junto a sus pasos y sintió la música más viva al ver a la dama de ceremonias dar la bienvenida a la primavera. La mujer vestía elegante, tenía la cara pintada con motivos florales y regalaba rosas de Sant Jordi. Aquella mañana de abril nadie parecía tener prisa.

Un niño bajó las escaleras haciendo el pino, esperó el convoy con la cabeza oculta entre los brazos verticales y las piernas sujetas por el propio cuerpo, recorrió el vagón de lado a lado sin pisar el suelo con los pies. Lo hacía, a diferencia del resto de los mortales, con las manos. La costumbre y un defecto genético le permitían vivir boca abajo, su sangre recorría el pequeño organismo sin sufrir ninguna alteración. A Julia también le gustaba hacer piruetas cuando era niña pero la gravedad siempre la tumbaba, nunca consiguió sostenerse más de un minuto en el aire. Lo de abajo se convertía en arriba y lo de arriba era invisible, intentó hacerlo en su imaginación pero su falta de práctica la volvió al estado natural.

Sentada en un asiento de color gris, destinado a niños, embarazadas y personas mayores, vio a un león, parecía manso, y unos pasos más atrás a un hombre corpulento que sin alzar la voz controlaba a la fiera. El león husmeó los pies de Julia, en el mismo instante que el pequeño malabarista vio las zapatillas doradas de la mujer, ambos supieron que aquellos pies les miraban. El animal se acercó a otro pasajero y le pidió permiso para sentarse a su lado, el niño siguió inspeccionando a Julia y llegó hasta sus rodillas, punto límite de visión, aquellos pantalones tejanos le marcaban algunas arrugas en la piel y supo que cumplía años “Felicidades señora”, le musitó el niño haciendo el pino. Intentó mirar hacia arriba para verle la cara pero el tren llegó a su destino y todos los pasajeros descendieron expectantes del devenir circense. En la salida, les esperaba un payaso alegre que caminaba haciendo gran estruendo con sus zapatos rojos de goma. En el andén hizo un número con fuego, su voz delataba su país de origen, Argentina, y distraía a los pequeños y a los grandes con las mismas bromas. Tres, cuatro, cinco y hasta siete bolas en llamas controladas por palabras. El payaso, a caballo entre un malabarista y un mago, animó a los pasajeros a que le siguieran por un laberinto subterráneo tintado de pétalos rojos. Solamente Julia obedeció los pasos iniciales del payaso más feliz del mundo y a lo lejos vio a Vladimir, el niño ruso que vivía con los pies en el aire, al domador mudo y al león manso, a las jóvenes zancudas y a la dama de ceremonia. Todos se dirigían al mismo lugar, un campo subterráneo que acogía Barcelona. A la llegada escucharon una melodía, parecía viento pero era un enanito que con una cuerda acariciaba una sierra arqueada y producía una música parecida al de un arpa.

Julia se quedó a vivir en el Circo de la Luna y a los 59 años era una de las mejores trapecistas de la Europa subterránea. Junto a sus compañeros recorrió todos los metros del mundo y ella se presentaba como “la abuela del aire”, enlazada sin manos y sin cuerdas, volaba a más de 15 metros de altura. Murió cerca del cielo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
molt be ninª

otro año lo vas a leer tu en el cruce de Passeig de Gràcia amb Gran Via. Yo te aplaudiré!
Anónimo ha dicho que…
Parece que, con un libro entre las manos, todos podemos ser lo que queramos ser... ¿no?
Anónimo ha dicho que…
Preciós Joana!El meu auto-regal de St Jordi va ser Nocilla Experience.Una abraçada Joan-a!

P.D: Men vaig a Holandaaaa!! jijiji
Anónimo ha dicho que…
Molt be Joana, m'agradat molt, ja vorem si ben aviat, mos auras de firmar ses teves noveles per Sant Jordi.

Un beso i una abraçada, sort
AAN ha dicho que…
Me acabo de dar cuenta que nuestra protagonista se llama igual. ¿Qué tendrá Julia?

Besito

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