te escribo sólo un poco


Janet, Columbia, Magenta, Riff-Raff y Dr. Frank N. Furter en Sitges.

Querido Carnaval,


empecé a quererte cuando mis madres, las amo a las dos por igual, me vestían en el cochecito de bebé para salir a pasear por las calles de una localidad mallorquina. Empecé a caminar y a ir al colegio donde el carnaval era muy querido por los niños de prescolar porque salíamos dando la mano a una cuerda por las calles de Inca. Nuestras familias nos aplaudían al pasar por delante del Ayuntamiento y nosotros sonríamos creyéndonos protagonistas de algo. Los profesores escogían una temática animal y participábamos en la Rua vestidos de mariquitas, gusanos, conejos o tortugas. Desconozco el motivo por el afán zoológico a escasa edad y altura, pero la ausencia de tiempo libre no me permite hacer un estudio sociológico sobre el tema.

Los años pasaron en mí, y en primaria recuperé los típicos disfraces de payaso, bruja, fantasma, payesa y sevillana. Precisamente, esa fue la edad en la que comencé a formar parte activa de los desfiles del carnaval de otra localidad mallorquina. Acompañaba a los hijos de los amigos de mis madres encima de una carroza adornada con poco gusto y muchas ramas de palmeras y caramelos. Mientras los adultos se vestían de novias y novios, ratas de protesta y mozárabes con toda la parafernalia montada. Solían ganar primeros premios que se comían y bebían durante los días posteriores al concurso. Cuando los hijos nos hicimos algo mayores, todavía éramos niños, nos incorporamos a la comparsa adulta y recuerdo el año que contamos con un invitado de lujo, una vaquilla toreada por los san fermines y san ferminas que con periódicos en la mano corríamos por las estrechas calles de Lloseta, muy alejadas en distancia y sentido del humor de las de Pamplona. Fuimos portada de periódicos locales al recibir duras críticas por parte de los ecologistas baleares. Y desde aquel despiste animal, sa penya menjar i beure ha donat pas a noves generacions de disfrassats.

A los dieciocho años me despedí de amigos y amantes, como dice una canción, y del carnaval porque al llegar a Madrid, casi abandoné la costumbre ligada a mi infancia por falta de amistades peligrosas. Salía sola vestida de negro con la cara pintada de blanco y una figura geométrica negra. En la plaza Mayor de la capital los guantes blancos y mi silencio denotaban mi carácter mímico. En Brasil viví la preparación del carnaval en las comparsas de samba de São Paulo y visité un sambódromo vacío. La imaginación y la retina de mi memoria hicieron el resto.

En Barcelona, hemos recuperado esta pasión en fiestas privadas y sobretodo en el desfile anual de Sitges. Este año, cinco amigos vimos el musical The Rocky Horror Picture Show la noche del domingo y la tarde del martes nos caracterizamos con mayor o menor suerte de sus protagonistas. Sin demasiado reconocimiento por parte de los marios, pitufos, guerrilleros, policias y bailarinas disfrazadas, incendiamos el mar.

Me despido de ti, hasta el próximo año.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Veo que te acuerdas, de los carnavales de nuestro entorno, ahora la penya menjar i beure, el día de las carrozas, la hacemos el día de las espinagades.

Un saludo muy fuerte y un beso salud.
llamj

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